… Se hace camino al andar

23/2/10

O quizás debiera decir “…al chutar”, porque lo de este P. mío promete con la zurda. Ya en la fase de “gateo”, hacía increíbles esfuerzos por levantarse y avanzar agarrado a cualquier soporte hasta su querida atota (pelota) y celebraba con esa emoción desbordada que sólo caracteriza a los muy forofos, sus primeros toques de balón. Luego, cumplido el objetivo que le había puesto en pie –a él y a su afición-, volvía rápidamente a terreno seguro; a esa poco ortodoxa pero simpática manera de desplazarse que no puede llamarse gateo porque estaría más cerca del cangrejo que del gato, y que consiste en combinar el arrastre de una rodilla con el apoyo del otro pie, que colocado en postura cangrejil sirve de “pata coja”. Raroraroararo de explicar y sin embargo divertidísimo de ver.
A decir verdad, no tenía ninguna prisa por que se acabara este movimiento que, aunque sumamente veloz, no puede compararse a las carreras que están por venir.
Y sin embargo, como diría Machado, “todo pasa y todo queda”… Y ahí tenemos a P. a punto de cumplir los 14 meses, dando sus primeros pasos, torpes, vacilantes, inseguros aún… pero, a la vez, decididos a dejar huella si hay pelota de por medio.
Así, mientras babeamos viendo a nuestros bajitos conquistar su independencia, yo pienso que esta entrada está pidiendo a gritos un hilo musical al que no puedo resistirme.

La semillita que todos llevamos dentro

18/2/10

La ilustración es de Keki (http://1puntito.blogspot.com)
Lo peor no es que me haya pillado por sorpresa –ya sabía que a todos los padres nos llega ESE momento-. Ni siquiera es la precocidad con la que ha surgido la cuestión, o la cara de poker que he debido poner ahí sentada en el váter cuando A., desde la bañera ha disparado la preguntita. No. Lo peor, sin duda, es la respuesta hortera que yo, madre con carrera y eso, he elaborado en un plisplás, agarrándome como nunca pensé que haría, al vacuo argumento de la semillita, sin contar con que tan ingenua explicación se queda corta para pequeñas mentes inquietas. Y sin tener en cuenta tampoco, que un enano puede desmontarte la historieta en un segundo. La cosa ha sido así.

Hablábamos de dónde viene la harina, los huevos, le leche y todas esas cosas a las que A. empieza a encontrar ahora el origen. Cuando de pronto…
- Mamá (mirando a su hermano en la bañera), ¿de dónde viene la colita de P.?
- Pues A., la colita es parte del cuerpo y ya sabes que el cuerpo de los bebés sale del cuerpo de las mamás.
- Sí mamá, eso ya lo sé, pero mamá, digo A-N-T-E-S (se pone muy expresiva para enfatizar esta parte y yo ya empiezo a abrir los ojos más de la cuenta)… ¿cómo entran los bebés en las barrigas de las mamás???

Como me he quedado un poco muda mientras mis neuronas trabajan deprisa para encontrar la mejor respuesta, A. insiste:
- Digo mamá, que A-N-T-E-S (me lo vuelve a recalcar por si no lo he entendido bien), dónde están los bebés… (y ahora viene lo mejor)… ¿¿Los compramos o qué??

Me río a carcajadas pensando que, de ser así, más de uno habría devuelto a los suyos… Ella ríe conmigo aunque no sabe bien por qué. Entonces lo veo claro: le explicaré el desarrollo fetal desde que somos una célula y ella se quedará contenta.
- No A., no los compramos. Primero los bebés son una célula muy pequeñita, así como una semillita, y después van creciendo, les salen brazos y piernas… etc…

A. me mira atentamente mientras me intento ir por la tangente, pero no parece satisfecha. Y tal como sospecho a medida que palidezco, vuelve a la carga.
- Pero mamá, lo que digo (ahora ya me grita) es ¡¡¿cómo llega esa semillita a la barrigaaaaa?!!

Ufff… A esta alturas sólo tengo claro que no diré lo de “papá planta la semillita en mamá” porque entonces no sabré salir de ese jardín. O peor aún, acabaré hablando de botánica. Así que me muerdo el labio e inspiro mucho aire por la nariz antes de seguir, ahora ya sí, improvisando totalmente.
- Pues mira cariño, dentro del cuerpo tenemos esa especie de semillitas que son taaaan pequeñitas que ni se ven, y cuando nos hacemos mayores y las mamás y los papás se quieren mucho, pues esas semillas se convierten en bebés.

¡¡OLÉ!! No me lo creo ni yo, pero ahí queda dicho.

Y entonces me doy cuenta de que he sembrado una nueva inquietud. Con cara de angustia total y tocándose la barriga, me pregunta:
- ¿¿Pero todos tenemos dentro semillas? ¿¿¿YO ahora tengo esas semillas dentro de mi cuerpo??

Con las fuerzas que me quedan, la tranquilizo explicándole que aunque todos tenemos las células ( o semillas), éstas no se pueden convertir en bebés hasta que somos “mayores”.

Y rápidamente le pregunto qué quiere para cenar.



Mirar y encontrar

8/2/10

Mirar. Encontrar. Sonreír. Descubrir. Tocar. Sentir. Decir. Abrazar. Susurrar. Amar. Preguntar. Responder. Reír. Preguntar. Responder. Reír. Jugar. Abrazar. Reír. Maravillar. Mirar. Encontrar. Sorprender. Adorar. Disfrutar. Reír. Mirar. Encontrar. Relajar. Mirar. Encontrar. Dormir.

Hace un par de noches, a mi vuelta de clase, disfruté con A. de uno de esos momentos mágicos de complicidad, disfrute, risa y emoción que últimamente son tan difíciles de encontrar. Escondidas bajo el edredón, jugamos a adivinar sílabas y palabras, muertas de la risa y nos dimos una de esas sobredosis de arrumacos y besos que curan todos los males y recargan cualquier batería, antes de quedarnos dormidas. Fue entonces cuando la volví a ver. A. me regaló de nuevo esa mirada que sólo pueden compartir los enamorados, porque son miradas que no sólo miran sino que encuentran. Una mirada casi idéntica a la de aquellos dulces días de lactancia prolongada, que por suerte tengo inmortalizada en esta imagen.