Es una broma, claro. Gritar a los cuatro vientos (sobre todo vientos, sí) que te vas a la playa mientras en el mapa del tiempo dos nubes negras se hacen pipí sobre tu destino y un tímido sol asoma el cogote por detrás jugando al despiste, es lo más parecido a una broma pesada. Tan pesada como el sol que durante dos semanas se ha esforzado por tostarnos como kikos a mis hijos y a mí en el arenero del parque, mientras sudábamos un poquito y soñábamos con esa playita prometida que vería desfilar nuestro avance moda-baño-verano-2011 y nuestras carnes blancas aún en plena operación bikini.
Descartado el look pareo, adopto este titular para referirme a esa otra operación que en los próximos días pondrá el campamento de la familia
pocoyo (me pido Eli), y hasta nuestras propias almas, patas arriba para recorrer los kilómetros que nos separan de la costa y de una querida parte de la familia.
El objetivo es llegar, claro está. Pero no de cualquier manera. Nos esforzamos mucho, mucho, mucho, palabrita del niño Jesús, en que sólo parezca que venimos para cuatro días y no a hacer un traslado domiciliario. Pero no es fácil. Y eso que una semana antes ya me pongo en modo
practicalmother y me repito como un mantra, cada hora, que en el resto de Europa hay familias enteras que viajan con un macuto para seis, perro y abuela incluidos. Mi santo, como ya me conoce y es mucho más práctico que yo, baja del trastero el juego completo de maletas más cuatro bolsos auxiliares y la bolsa de aseo kingsize. Ya delante del armario me insisto a mí misma en que con un chándal por niño van zumbando. Y que en nuestra playa, no se me mete en la cabeza, también hay farmacias donde venden el
apiretal y muchas más cosas. Pero entonces llega el momento “porsi”. Mira que la semanasanta es mu puñetera y tan pronto se te congela un niño por no haberle puesto body, como se te derrite el otro porque tú,
madredespistada donde las
haigan, te dejaste las sandalias fresquitas en el zapatero. Y así te va. Pero la experiencia, que siempre es un grado, me ha permitido elaborar este listado de lo que nunca falla:
Para los niños: Échalo todo, no te cortes. Échalo y presume de los modelitos que TÚ has elegido, antes de que los pantalones “culoalaire” o las camisetas Justin Bieber pueblen su maletas. Mete la mangacorta, la mangalarga, la manga a la sisa, la manga francesa y hasta la manga pastelera si quieres. Luego siempre pueden hacer allí una tarta para la familia. No olvides el abrigo y los bañadores, la crema solar, la de los mosquitos, el gorro de sol y el de lluvia, los lazos para el pelo y los zapatos de princesa y de princeso. Con este método llevas mucho equipaje, pero ahorras lexatines que no veas.
Para papá: … Papá sabe muy bien cómo aprovechar el rinconcillo
weekend que le dejas de la maleta grande.
Para ti: No importa si te olvidas tu sujetador favorito, la pareja de un calcetín o coges por error los vaqueros de tu marido… De hecho no importa si te olvidas a tu marido (es broma, churri). Pero ay de ti si te olvidas el DVD portátil. Gracias a este revolucionario invento puedes mantener conversaciones de más de 20 segundos con tus iguales, bien durante el trayecto, bien en tu destino de vacaciones, mientras tus
littleeinsteins se autohipnotizan con las historias de un niño calvo francés que tiene unos padres perfectos. Mete también ese libro que llevas 5 años paseando por la península y que a pesar de la
caramadre que se te ha puesto te da un toque tan intelectual. Igualmente puedes darles un paseo a tus pinturas y cremas, ya sabes que les gusta salir de vez en cuando. No olvides las chanclas o similares, que mira que pisar la arena con manoletinas es bien incómodo.
Y oye, que en esto, como en todo en la vida, lo importante es participar y divertirse. Y más si es en casa de la tía L. y el tío A., donde con camión de mudanzas o sin, nos esperan cariñitos y comiditas ricas a tutiplén!