Fútbol

10/10/12

No he jugado nunca al fútbol, ni sigo la Liga ni nada de eso. De hecho no sé distinguir un penalti de una falta… por no hablar del fuera de juego, ese misterioso desajuste de jugadores que nunca has visto pero sabes que existe como Teruel. Vamos, que podría confesarme larga y abiertamente antifutbolera militante en cualquiera de sus tipologías… Peeeeero ahí estaba yo. ¡Ahí! Dándolo todo. Haciendo gala de la propiedad camaleónica que toda madre posee y que nos permite ser cocineras, pediatras, choferesas, profes, contadoras de cuentos, magas… o hinchas de fútbol. Todito en un mismo día. Que oye, es pisar el campo en el que juega tu hijo (tu hijo el que ayer gateaba) y te salen de inmediato tres rayajos de colores en la cara, una bufanda en el cuello y una vuvuzela en cada mano.
 
Ahí estaba. Adorando el césped artificial que con gracia y donaire pisaba mi pequeña promesa de este deporte en lo que más bien parecía una loca persecución gallifante del esférico.  “¡Penalti!”, gritó el profe sobre una melé de 12 niños de 4 años encima de un balón. Como para no serlo. Ese lo vi clarísimo. Quitando eso y el saque de banda en pandilla (saca uno y los demás le acompañan), creo que vamos bien. 

Si un día llega lejos no me deberá más que el plátano y el bocata que le meto en la mochila, porque en realidad es su Nono quien se ha metido hasta la portería en este fregao. Yo por si acaso he sacado unas fotillos de sus primeros chutes. Para que no se diga.




No hay comentarios:

Publicar un comentario