Maletas

29/12/09

Definitivamente, hacer maletas no se me da bien. Como diría una amiga rubia, “se me da bien estar en bata, procrastinar y perder una mañana en nosequé”, pero hacer maletas no es lo mío. Y sin embargo es lo mío. Mi santo tiene suficiente con colocar su kit de supervivencia en los escasos 20 cms cuadrados que le dejamos los demás y acostarse bien prontito para poder conducir en condiciones los casi 600 kilómetros que nos separan de nuestro destino. Eso es pragmatismo y lo demás tonterías.

Así que las maletas son lo mío aunque no lo sean. Y reconozco que me puede. Todos dicen que con el tiempo te vuelves más práctico, pero yo voy a peor a medida que la familia crece. Una semana antes ya tengo sudores fríos pensando en cómo el propósito inicial de “con la maleta grande nos apañamos todos” acabará convirtiéndose invariablemente en “una maleta grande más una maleta pequeña más catorce bolsos accesorios sin contar la bolsa de aseo o el DVD del coche”. Y es que poco importa que sea puente u "okupación" veraniega, el maletero se llena.

La emoción es aún mayor si, al tiempo que intentas concentrarte al máximo en prescindir de lo superfluo y en no olvidarte de lo importante, tienes a dos pocoyos entrando y saliendo de las maletas, preguntándote cuánto falta (¡si aún no hemos salido!) o dónde has guardado a la mamá de la familia de los ponys (y tú pensando que con una familia ya es bastante, como para tener controlada la de los ponys).

Eso sí, la satisfacción de que sean las once de la noche y hayas conseguido no colgarte de la lámpara antes de acabar… y hasta tener tiempo de contarlo en el blog sin que te den las uvas (eso pasado mañana) mientras todos duermen, es inversamente proporcional al nivel de adrenalina en vena de unas horas antes.

Felices vacaciones a los que salen, a los que están, a los que vuelven con maletas.

Y FELIZ AÑO para todos!!


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